Como en todo fracaso o crisis, el aprendizaje es el beneficio más seguro y temprano en aparecer. Desde 2008, el año en que comenzara a tener visibilidad la caída de los mercados, las empresas han pedido esfuerzos impresionantes a sus equipos para salvar lo salvable de sus negocios, midiendo los tiempos y la dedicación por lo urgente, y no siempre, por lo importante.
A flote el barco, lo que comienza a ser relevante es asegurarse que se cuenta con la mejor estructura, la mayor capacidad de adaptación, la calidad de las oportunidades, y la capacidad del equipo en habilidades y actitudes.
No sabemos si en todos los casos se analizan y asumen errores, pero sin duda, se comienza a actuar para no cometerlos. No es poco ese primer paso.
La selección del personal sin duda es uno de los primeros cambios notorios. La selección que se basa únicamente en currículum evoluciona y la conformación de equipos comienza a medirse por parámetros más necesarios y sin duda diferenciadores. Las actitudes, habilidades, inteligencia emocional, comienzan a ser pilares fundamentales para construir un equipo partícipe del cambio, alineado con la esencia de la empresa, motivado y promotor de transformación. Se crean programas de evaluación desde la psicología y desde el coaching, pues los contenidos académicos se presuponen o se aprenden, pero determinadas características de la personalidad deben ser ya propias del aspirante.
La formación en empresas toma una fuerza vital en su desarrollo. Para muchas empresas representadas en los índices bursátiles principales, la formación se encuentra dentro de sus nuevos pilares estratégicos para sus planes a cinco o siete años. Pero en esto también hay un gran cambio. No nos referimos a una formación de conocimientos curriculares exclusivamente, sino que comienza a primar la capacitación en habilidades profesionales y ejecutivas (habilidades sociales, comunicación, liderazgo, gestión de equipos, resolución de conflictos, etc.). Algo que parecía olvidado pero que sin duda cambia el rumbo de cualquier equipo desde la supervivencia al éxito y la excelencia.
También cambia la figura de nuestros líderes de equipo y coordinadores. El concepto de jefe o director empieza a evolucionar hacia estructuras son cada vez más planas y colaborativas. Eso obliga a que quienes acceden a esos puestos de desempeño sean excelentes lideres-coach, o líderes-mentores. Personas con grandes habilidades de motivación, liderazgo y resolución de conflictos, capacitados a su vez para el reto, la promoción y la gestión del talento. Sin duda esto no es algo aprendido en las aulas de la universidad o la formación profesional. En algunos casos son habilidades naturales de la persona, potenciadas debidamente << en esto el coaching tiene una gran función determinante>>, o aprendidas posteriormente e implementadas en su día a día <<muchos de ellos a través de formación específica o trabajo con coaches profesionales para ejecutivos o mentores de liderazgo>>.
Por tanto estamos de suerte y en un camino de oportunidades para el éxito. Comienza a tener de nuevo valor lo que para muchos nunca dejó de tenerlo, y siempre fue una pieza clave para el éxito. Dejamos atrás a los empleados, y damos la bienvenida a los partícipes del cambio. A las personas excepcionales e imprescindibles, fiel reflejo de la esencia de nuestras empresas. A los motores del éxito y el valor diferenciador de nuestras organizaciones.
Si crees que eres una de esas personas, estás de suerte, es tu tiempo. Si estás decidido a seguir creciendo y participar en el cambio, también estás de enhorabuena, ahora puedes conseguirlo formándote y potenciando estas habilidades.
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