En 2013 el equipo de Arch. Coaching se planteó un reto único.
Desde hacía tiempo habíamos debatido sobre la posibilidad de trabajar con grupos de una forma distinta.
En la ciencia se puede trabajar por deducción o por extrapolación, creyendo en la frase del sabio “dame un punto de apoyo, y moveré
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el mundo” o la más cercana y espiritual de la Madre Teresa de Calcuta “debemos ser como gotas de agua en el mar, que no se nos sienta al caer, pero que nuestra presencia llegue”, así que nos atrevimos a abusar de la confianza de un cliente y pedirle que nos permitiera demostrar nuestra idea.
Nuestro colaborador nos permitió trabajar para cambiar el ambiente de su empresa, una pequeña pyme madrileña de 9 empleados. Nuestra idea era modificar la forma habitual de desarrollar estos procesos de coaching colectivo. En vez de trabajar en grupo con todos los miembros de la plantilla, desarrollaríamos un proceso especial con uno de sus empleados. El objetivo era claro: conseguir que a través del cambio de actitud y
la potenciación de habilidades de éste, fuera posible transformar el entorno completo de la empresa.
Planteamos una primera reunión para explicar a los empleados que les haríamos encuestas anónimas periódicas para que nos indicaran como veían el ambiente en el trabajo
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a fin de plantear unas dinámicas posteriormente para mejorarlo.
Posteriormente comenzamos a trabajar con una empleada desarrollando y potenciando sus habilidades para liderar, motivar, resolver conflictos, dinamizar y “alegrar” el entorno.
Durante seis meses trabajamos paralelamente ambas vías: trabajando con la empleada en su proceso; y testeando el resultado de sus acciones.
Los resultados fueron sorprendentes, más allá de lo esperado. A los tres meses de trabajo aproximadamente todos los empleados mostraban ya algunos signos de cambio en su entorno sin ser capaces de identificar la razón o causa. Estaban sorprendidos y confusos porque no entendían cómo podía suceder si todavía “no habíamos hecho nuestro trabajo”. Antes de cumplir los seis meses se les pidió que intentaran reconocer ese foco de cambio, esa persona que estaba siendo capaz de cambiarlo todo. Fue necesario interpelarlos de esta forma tan directa, indicando que la causa era un compañero o compañera, para que advirtieran de quien se trataba.
Efectivamente se cumplían ambas sabias frases, nuestra idea, y la fantástica capacidad de cualquier individuo de cambiar el mundo.
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