No somos muchas veces conscientes del peso que tienen nuestras palabras en nuestro sentir y en el de quienes nos rodean.
Un uso igual de habitual que de dañino es el cuestionamiento con el uso del “por qué”. Cuando preguntamos por qué, aunque sea con intención inocua, tan sólo por curiosidad o interés, ejercemos una presión en el otro, una obligación de justificación, que le lanza la conversación directamente al pensamiento, alejándolo del sentimiento. Puede producir bloqueo, desconcierto, desconfianza, etc.
En las formaciones de coaching es uno de los temas a estudio, igual que cuando se forma a comerciales o personas que tratan con el público directamente.
Para sustituirlo podemos usar “¿Qué te hizo llegar a esa idea?” o “¿Cómo te sentiste entonces?” o incluso un sencillo “cuéntame más sobre ese pensamiento”. Pasaremos de esos estados negativos a una sensación de confianza, verdadero interés y empatía.
Pruébalo estos días y cuéntanos qué tal resultó.
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